EL GUARDAESPALDAS SETENTÓN

Que levante la mano quien no haya soñado, pensado o querido tenerle de guardaespaldas alguna vez. Estoy convencida que muchas son las que envidiaron a Withney Houston y les habría encantado ocupar su lugar, sobre todo, en la vida real. El que tuvo retuvo y, aunque Kevin Costner ya no es un chaval, sigue conservando en la madurez la mirada verde/azulada que conquistó a media población femenina.

En unos meses cumplirá esos 70 años que, a muchos, les trastoca la mente. A sus espaldas dos matrimonios, un grupo de música country, siete hijos, dos Oscar de Hollywood, tres Globos de Oro y unos cuantos reconocimientos más, entre ellos el estar considerado, junto a Clint Eastwood, como el revitalizador del género western. Esta semana presentó en el festival de Cannes su última aportación, Horizon: An American Saga. La crítica no se ha alineado muy a su favor, pero los siete minutos de aplausos de los presentes en su première ¡ya no se los quita nadie! Emocionado agradeció «vuestra generosidad al acompañarme en este momento».

Cuatro películas como director de cine y cerca de cinco décadas como actor le sitúan en un lugar preferente de la cinematografía internacional. Dice que los años no le han tratado mal, pero que ya no puede seguir la estela del guardaespaldas más seductor de la pantalla.  La madurez le ha traído algunas canas, unas interesantes arrugas y una calma sentimental, que ya le hacía falta. El Kevin Costner de hoy es un hombre pletórico. No quiere pensar, ni por lo más remoto, que cualquier tiempo pasado fue mejor.

«Hace tiempo decidí que hay que vivir el momento con intensidad y mirar al futuro con esperanza», comenta con los ojos chispeantes. «Lo que ya he vivido es el mejor legado profesional y personal que me ha dado la vida. No puedo volver la espalda a la realidad, pero no debo seguir viviendo de mi etapa de galán. Si te soy sincero, en la primera etapa de mi carrera, ¡no tenía otra cosa que ofrecer! así que, si les entraba por los ojos por mi físico, no era más que una manera, como otra cualquiera, de llamar la atención. Eso ocurre en uno o dos castings pero, al tercero, ya te están pidiendo otras cosas. Ahí es donde entra el factor talento. No renuncio a ese actor sexy que vieron en mí, pero tenía que arriesgar con más cosas».

No lo tuvo fácil al principio. Por mucho empeño que ponía, no veían en él más que a un chico guapo. Tal vez, demasiado incluso. Sin embargo, su destino cambió cuando «me impliqué en la dirección y producción de mis propios proyectos. La etapa de “Bailando con lobos” está marcada “a fuego” en mi memoria selectiva. Me valoraron como actor y como director. La propia profesión alababa mis trabajos, eso alimentó un poco mi vanidad y me dio seguridad. Una de las cosas que he aprendido de esta profesión es que nunca debes levantar los pies del suelo. Los elogios dan autoestima y los actores somos vanidosos por naturaleza, porque sino no haríamos este trabajo pero, si perdemos el norte, nos estamos sepultando nosotros mismos. Me gusta el éxito, me encantan que reconozcan mi talento pero, la gente de mi entorno, ha hecho la importante labor de no dejar que, por ello, me creyera el ombligo del mundo».

«Yo he tenido etapas de mucho éxito y otra, más larga de lo que me hubiera gustado, de fracasos notables. Nunca me hundí porque las cosas no me funcionaban como años atrás. Lo que hice fue intentar redimirme como actor, ser coherente conmigo mismo y buscar aliciente en nuevos proyectos para volver a la pelea. Creo que lo he conseguido».

Es consciente que las nuevas generaciones vienen empujando, por eso asume que sus posibilidades se reducen. Aún así, conserva «las mismas ilusiones de los comienzos, idénticas ganas de “comerme el mundo”, menos “fuelle” para enfrentarme a grandes hazañas porque la edad no perdona, pero sí el mismo arrojo para emprender nuevos retos. Y, sobre todo, vivir en plenitud mi vida personal. ¿No crees que es ya una gran aventura vivir el amor intensamente llegando a los 70? En esa película de mi vida estoy»….Y se despide con la misma sonrisa chispeante con la que comenzó el día.