Siempre he tenido mis debilidades, como no podía ser de otra forma. Nunca he sido una fan muy practicante, si entendemos como tal acampar a las puertas de un recinto, donde iba a cantar mi artista favorito, o pasarme horas y horas en una cola para obtener una entrada para la obra de teatro del momento. Tampoco he sido una fan enfervorizada, pero siempre busqué un plan B para llegar a quien admiraba de otra forma. Mi modo de actuación siempre ha sido más tranquilo, tal vez porque la timidez también ejercita su influencia inestimable. Lo mío ha sido moverme a donde actúa la gente que admiro. Y con Michael Bublé lo puse en práctica varias veces.
Soy seguidora absoluta, rendida admiradora desde el primer día que le escuché. Le vi actuar en el Madison Square Garden de NY y le entrevisté en el festival de Roma hace unos años. No puedo decir que ganara en el “tú a tú”, porque me lo imaginaba tal y como se comportó. Es, como le ocurre a los grandes de verdad, un tipo normal, natural, cercano dentro de las limitaciones de su desmesurada fama y con los pies muy asentados en la tierra.


El escenario le ha dado unas tablas, que pone en práctica cuando se posiciona ante el periodista. La presentación de un documental, sobre un seguimiento de su trayectoria, era la disculpa para visitar la capital italiana y coincidía con el lanzamiento de un nuevo disco. Hacía tiempo que no editaba nada. “Sentí que tenía que hacerme desear, que tenía que espaciar los discos y las giras”, me comentó intuyendo mi pregunta, como adivinando mi curiosidad. “Después de la gira de este documental, necesitaba tiempo para estar con mi familia, para reposar lo vivido, para que la gente me echara en falta. Si no tomas descansos, corres el riesgo de aburrir, de saturar. Y eso es algo que un artista no se puede permitir”.
Dos meses después de aquel encuentro, se publicó que Bublé anunciaba la enfermedad de su hijo mayor, ligada directamente a la retirada absoluta de los escenarios para permanecer a su lado en todo el proceso del tratamiento contra el cáncer. Con el alta médica ya en la mano, el crooner canadiense comunicaba, en una entrevista, que se había bajado del escenario porque no se sentía «con fuerza para el narcisismo de la fama tras lo vivido con mi hijo. No estoy recuperado”.



Ante algunas publicaciones que le situaban «al borde de la jubilación», Bublé tuvo que salir al paso de «esa noticia sin fundamento» porque, en sus planes, no estaba dejar de cantar. Solamente se alejaba de los escenarios para estar al lado de su familia en un momento delicado de salud de su hijo mayor. Con un malestar indisimulado, pidió a todo el que le quiso oír o leer «Don’t believe the rumors» (No creas los rumores). Y así bautizó aquella última gira, que le tuvo recorriendo el mundo con un éxito incontestable.
Desde hace unos meses está ya actuando de un lado al otro del planeta con «Higher», espectáculo con el que recala en España los días 30 y 31 de enero (Madrid y Barcelona, respectivamente). Con este nuevo show se modificarán los números de Bublé, que son la envidia de muchos de los cantantes actuales. 58 millones de discos vendidos a día de hoy, 6 giras mundiales con “sold out”, 3 millones de entradas vendidas en un solo tour, 4 premios Grammy, 10 millones de likes habituales en su Facebook, casi 4 millones de seguidores en Twitter, otros casi más de 2 millones en Instagram y más de 1 millón de suscriptores en su canal de Youtube. Está fuera de toda duda que, en su caso, el éxito no es una casualidad. Desde el principio, le han postulado como el relevo de Sinatra. Sin embargo, a quién él siempre ha admirado ha sido a Ray Charles. El destino que es juguetón a veces..
