Así definieron a Paul Newman en los comienzos de su carrera. Me pregunto en estos tiempos en los que, ante el halago, el piropo o el insulto, la línea del prejuicio es tan delgada, qué le dirían ahora a quien verbalizase lo mismo. No quiero ni imaginar los calificativos con los que bautizarían a alguien que «se atreve» a tratar como objeto de deseo a un actor o actriz.
Varios años antes de fallecer en 2008, el actor de Ohio le encargó a un gran amigo que entrevistara a directores y actores con los que había trabajado a lo largo de su carrera. También le pidió que hiciera lo mismo con sus amigos, su psiquiatra, sus hijos, su primera mujer y, por supuesto, con Joanne Woodward con la que estuvo casado los últimos cuarenta años de su vida. Quería construir su historia a través de ellos y, después de saber todo lo que habían compartido sobre él, decidió dictarle a su amigo su propia versión de esa vida. ¿El resultado? La primera autobiografía autorizada del actor: «Paul Newman, la extraordinaria vida de un hombre corriente».



Antes de sumergirte en su lectura, te resulta difícil imaginar muchas de las cosas que relata el actor en primera persona. Era vulnerable, inseguro, mal estudiante, alcohólico y un objeto decorativo para su propia madre. «Fui su Pinocho, el que le salió mal. Me admiraba únicamente por mi físico. Si hubiese sido un niño feo, no me habría dado ni la hora», verbaliza Newman en los primeros capítulos del libro.
Detrás de su mirada azul se escondía un daltonismo que, de la noche a la mañana, dejó de existir. Confiesa haber vivido una infancia y adolescencia dura y difícil, influenciadas en parte por la religión judía de su padre. No era buen estudiante y lo que le gustaba era beber cerveza con sus amigos, una tras otra, lo que le llevó al alcoholismo. Tras su poco éxito con las chicas en los primeros años en el colegio, decidió matricularse en una universidad solo para chicos y, de esa forma, no distraerse pensando en ellas que, por otro lado, eran su obsesión.
A pesar de su indudable atractivo físico, se sentía acomplejado por su estatura. Fue de estirón tardío y lento. Le tardó en salir el pelo más de lo normal y, lo que le marcó más todavía, le crecieron los testículos también tarde. «Solo era un muchacho atractivo, con una tremenda cantidad de energía y mucha personalidad. No me sentía especial, era mediocre en todo«. En ese momento de baja autoestima, Newman descubre las clases de interpretación en la universidad y cambia su actitud ante la vida. «Lo que la gente no se imagina es que siempre tuve una gran dificultad para memorizar los guiones y problemas con la lectura. Nunca he disfrutado de la actuación, ni de subir a un escenario. Lo que siempre me han gustado han sido los previos».


Era hombre de pocas palabras. «Cuando quería expresar algo, lo hacía con una sola frase». Esa «capacidad de síntesis» la reflejaba de manera especial en las entrevistas, donde no regalaba ni una palabra más de las necesarias. Uno de sus compañeros en la Marina le definió como «salvaje, lascivo y peligroso. Le gustaba a las chicas porque era el mismísimo diablo. Bebía más que nadie, era duro y frío. Sabía lo que quería y cómo conseguirlo».
En un intento de que su imagen no quedase desvirtuada cuando él desapareciese, es lo que decidió al actor a dictar su autobiografía. «Este libro surge de la pugna por tratar de explicar a mis hijos quién soy. Se piensa de mí que soy distante y reservado, pero quiero dejar el testimonio que ponga las cosas en su sitio, abra brechas en la mitología que ha florecido a mi alrededor, acabe con algunas leyendas y mantenga a raya a las pirañas. Algo que deje constancia, con algún grado de precisión, del tiempo que he pasado en este planeta. Lo que existe hasta la fecha, lo que se dice, no tiene un ápice de verdad. Eso es lo que realmente quiero hacer».



Actor, director, piloto de carreras y empresario. Nominado al Oscar en diez ocasiones, lo ganó por «El color del dinero». Esta en el libro Guinness de los records por ser el piloto de mayor edad ganador de una carrera oficial. Como activista político y humanitario, recaudó y donó más de mil millones de dólares a organizaciones benéficas. «Podría haber sido más constante con mis hijos. Podría haber sido más comprensivo. Y más paciente. Podría no haber ido de rodaje en rodaje. Podría haber dejado de trabajar. Podría haber hecho las cosas mucho mejor. Pero también mucho peor»….
(La autobiografía de Paul Newman la edita Libros Cúpula http://t.co/N3bH3Pj7lF)