No es alto, ni guapo, ni tiene un cuerpo de escándalo, pero Tom Hanks ha sabido potenciar otras virtudes, que le han convertido en uno de los actores más respetado del «star system» americano. Para unos es el rey de Hollywood, para otros simplemente «mister nice guy»(chico bueno), pero nadie tiene la menor duda que siempre hace del proyecto más difícil algo estimulante, divertido y con garantía de éxito. Con cinco Globos de oro y dos Oscar (de sus seis nominaciones) en su vitrina, no pierde la esperanza de conseguir otro que ratifique que «no hay dos sin tres».
Es el actor fetiche de Steven Spielberg, amigo ya personal de Hanks tras trabajar con él en varias de sus producciones. Por una de ellas, «El puente de los espías», fue la última vez que pude entrevistarle. El protagonista de la película le iba al actor californiano como «anillo al dedo». Ambos eran hombres básicamente buenos, que veían lo positivo de la vida y creían en la honestidad del ser humano. No juzgaban con ligereza, ni rechazaban al que no pensaba como ellos. Donovan, el protagonista, era un reconocido abogado de Brooklyn que, sin pretenderlo, se vio inmerso en las entrañas de la Guerra fría cuando la CIA le pide que sea el encargado de negociar la liberación de un piloto norteamericano, capturado por la Unión Soviética, y cambiarlo por un espía ruso, detenido y preso en Estados Unidos.


La historia, basada en hechos reales, convirtió a la película en un apasionante relato de espionaje, realizado e interpretado por profesionales que saben lo que hacen y que manejan los hilos de las emociones con auténtica maestría. Esas virtudes son las que les acercan al reconocimiento de público, critica y compañeros de profesión, aunque no olvidemos el tiempo que los académicos de Hollywood le negaron a Spielberg «el pan y la sal», porque le consideraban un director comercial. Tuvo que llegar «La lista de Schindler» para que se rindieran al talento de un director, que ha dado muchos momentos de gloria a la ya historia del cine.
Hanks siempre ha tenido más suerte en ese sentido. Su potencial interpretativo siempre ha sido reconocido. Sin embargo, a él no le obsesionan los premios. «Eso me da la tranquilidad de elegir con más libertad lo que quiero o no hacer», me dijo un día en una entrevista. «Afortunadamente estoy en un momento de mi vida en el que no necesito trabajar para vivir. Sigo en la lucha porque me gusta, porque el cine es mi vida, no porque tenga que pagar la letra de la casa. Esa parte está cubierta, aunque sí es cierto que a nadie le «amarga un dulce», así que otro Oscar siempre será bien recibido, sobre todo porque te lo da la gente de tu trabajo, tus compañeros, y eso hace de ese galardón sea algo muy especial. No hago películas pensando en un reconocimiento, sino por el simple hecho de que me interese la historia. Ahora me muevo solamente por eso».


El actor pasó por España esta semana y presentó en Madrid su nuevo trabajo, «El peor vecino del mundo». Pocos se imaginan que Hanks se vea identificado con Otto, el personaje malhumorado e irascible de la película. Un viudo cascarrabias y muy obstinado. Cuando una alegre joven familia se muda a la casa de al lado, Otto encuentra la horma de su zapato en la espabilada, y muy embarazada, Marisol, lo que conlleva a una muy improbable amistad que pondrá su mundo patas arriba. Como en suele ocurrir en las películas de este actor, siempre encontramos una moraleja. Conmovedora historia, con pasajes cómicos, sobre cómo algunas familias surgen de los lugares más inesperados.
Por su exitosa carrera, este «nice guy» ha conseguido posicionarse como el segundo actor mejor pagado del mundo del cine y consigue que, salvo escasas excepciones, sus películas recauden cifras millonarias. Esos datos suelen augurar esperanza y que, para no cambiar la historia, «El peor vecino del mundo» tenga una fructífera travesía en las salas de cine, porque la película no pasará por las plataformas. Al menos, de momento…