Dicen que, cuando ves a alguien leyendo un libro, tienes ante ti argumentos que te dan pistas con las que hacerte a la idea de cómo es quien lo lee. No sé si podría extrapolarse esa metafórica imagen al cine y sacar conclusiones de aquellos que van a una determinada película o ven una serie, pero sí es cierto que los gustos te acercan mucho a las personas. En algunos casos, hasta las definen.
Desde hace el momento que comencé a realizar las entrevistas ‘»Close to» y los cuestionaros «De Cerca», empecé a darme cuenta que, gracias a esas conversaciones amables, de confidencias entre amigos en algunos casos, estoy conociendo mejor a algunos que creía tener «bastante calados». Las afinidades unen, pero también lo hacen las discrepancias tratadas desde el respeto.
Que el cine ha sido una de mis pasiones desde niña no es algo nuevo. Cuando les pregunto a mis entrevistados por esa primera película que han visto de pequeños, aquella en la que les gustaría quedarse a vivir o esa que se ha quedado en su recuerdo de por vida, instintivamente me lo estoy preguntando a mí misma y se cruzan por mi memoria historias, situaciones y momentos que no se han borrado. La ‘complicidad’ entre los libros y el cine se está convirtiendo, desde hace años, en una práctica muy saludable. No siempre ocurre que un buen libro tenga su réplica perfecta en la gran pantalla, pero el hecho de adaptar cinematográficamente una historia es un plus para aquellos perezosos de la lectura, que ven en el cine una fuente de conocimientos.



Leer un libro es un viaje a otro mundo, en el que la imaginación tiene un papel protagonista. Una película te descubre el misterio que imaginas y, para algunos lectores empedernidos, te rompe la magia. Sea como fuere, combinar ambas actividades es, como poco, muy buena práctica. La misma que se está poniendo en funcionamiento, desde hace tiempo, al recrear en la pantalla la vida y aventuras de personajes mediáticos. Y la del ex primer ministro británico Boris Johnson no iba a ser una excepción, con sus luces y más sombras.
Cuando hace unos meses me llegaron las primeras imágenes de Kenneth Branagh, caracterizado del político inglés, no daba crédito a la perfección de su estética. La maestría de una buena caracterización. El actor, que es uno de mis imprescindibles desde hace mucho tiempo por su control y perfección interpretativa, sobre todo en el directo del teatro, se sumerge en la personalidad y peculiar físico del histriónico político en «This england». Los tumultuosos primeros meses del político como Primer Ministro, así como y el impacto que supuso en Gran Bretaña la primera ola del coronavirus. Los pasillos del poder en los que veremos a Johnson lidiando con el Covid-19, el Brexit y una vida personal y política asolada por la controversia.



La serie relata los acontecimientos dentro del Gobierno, que se entrelazan con varias historias alrededor de todo el país: expertos y científicos que trabajaron a contra reloj para entender el virus; médicos, enfermeras y trabajadores de residencias de ancianos que, en primera línea, no descansaron para contener y vencer al virus de forma heroica, y gente común cuya vida se vio sumida en el caos. Está basada en el testimonio de primera mano de personas de todos los ámbitos de la vida, del nº 10 de Downing Street, del Grupo Asesor Científico para Emergencias y de hospitales y residencias de todo el país.