Siempre he tenido mis debilidades culturales, como no podía ser de otra forma. Nunca he sido una fan muy practicante, si entendemos como tal acampar a las puertas de un recinto donde iba a cantar mi artista favorito, o pasarme horas y horas en una cola para obtener una entrada para la obra de teatro del momento. Tampoco he sido una fan enfervorecida, aunque siempre busqué un plan B para llegar a quien admiraba. Mi modo de actuación siempre ha sido más tranquilo, tal vez porque la timidez también ejercita su influencia inestimable. Lo mío ha sido moverme a donde actúa la gente que admiro. Y con Michael Bublé lo puse en práctica varias veces.


Soy su seguidora absoluta, rendida admiradora desde el primer día que le escuché. Le vi actuar en el Madison Square Garden de Nueva York, le entrevisté en el festival de Roma hace unos años, donde se presentaba un documental sobre su vida y trayectoria, y no hace mucho le disfruté en Madrid. No puedo decir que ganara en el “tú a tú”, porque me lo imaginaba tal y como se comportó. Es, como le ocurre a los grandes de verdad, un tipo normal, natural, cercano dentro de las limitaciones de su desmesurada fama y con los pies muy asentados en la tierra.
El escenario le ha dado unas tablas, que pone en práctica cuando se posiciona ante el periodista. La presentación romana del documental coincidía con el lanzamiento de un nuevo disco. “Sentí que tenía que hacerme desear, que tenía que espaciar los discos y las giras”, recuerdo que me comentó intuyendo mi pregunta, como adivinando mi curiosidad. “Después de la última gira, necesitaba tiempo para estar con mi familia, para reposar lo vivido, para que la gente me echara en falta. Si no tomas descansos, corres el riesgo de aburrir, de saturar. Y eso es algo que un artista no se puede permitir”.



Dos meses después de aquel encuentro, Bublé anunciaba la enfermedad de su hijo mayor, ligada directamente a la retirada absoluta de los escenarios para permanecer a su lado en todo el proceso del tratamiento contra el cáncer. Con el alta médica ya en la mano, el crooner canadiense comunicó, en una entrevista, que se bajaba del escenario porque “no estoy con fuerza para el narcisismo de la fama tras lo vivido con mi hijo. No estoy recuperado”.
En Argentina le conocen como el marido de Luisana Lopilato, conocida actriz de telenovela. En el resto del mundo, Michael Bublé es el natural sucesor del gran Sinatra. Considerarlo así, tal vez, son palabras mayores, pero él ha sabido dosificar y gestionar los halagos sin creerse «el ombligo del mundo». Sus números son la envidia de muchos de los cantantes actuales. 58 millones de discos vendidos a día de hoy, 6 giras mundiales con “sold out”, 4 millones de entradas vendidas en un solo tour, 4 premios Grammy, 11 millones de likes habituales en su Facebook, más de 2 millones de seguidores en Twitter, casi 3 en Instagram y más de 3 millones de suscriptores en su canal de Youtube. Está fuera de toda duda que, en su caso, el éxito no es una casualidad. Aunque desde el principio le han postulado como el relevo de Sinatra, a quién él siempre ha admirado ha sido a Ray Charles. Ya sabemos que el destino que es, a veces, juguetón….
