COMPAÑERO DE BAILE

«Es un poco especialito, ya verás», me dijo un compañero antes de entrar a entrevistar a Ricardo Darín por vez primera. Nunca se lo dije. Seguro que se reiría. Con el tiempo me di cuenta que ese periodista siempre era el mismo que veía la parte negativa de todo y nunca más tuve en cuenta sus apreciaciones, que siempre iban alineadas con sus filias y fobias. El actor argentino estrenaba «El secreto de sus ojos» y me moría de ganas por poder mantener una conversación con uno de los actores, que formaba parte de mis asignaturas pendientes.

Debo reconocer que la advertencia me puso en guardia, pero nada iba a enturbiar ese momento tan esperado y, también por qué no reconocerlo, deseado. Nunca se lo dije tampoco, pero entré un poco nerviosa, esa es la verdad. Hasta ese momento, ese cosquilleo solo lo había sentido con Jude Law que, como he confesado en reiteradas ocasiones, es el único actor capaz de conseguir que se me ponga un nudo en el estómago similar al que sientes cuando te enamoras de adolescente.

Tras el primer cruce de miradas y un cadencioso saludo, con ese acento argentino que invita a la calma, me di cuenta que no era tan fiero el lobo como me lo habían pintado. Ese «especialito» resultó ser una persona afable, ocurrente, muy cómplice, sarcástico a veces y muy sensato en todo. A través de su mirada azul añil me hizo viajar a la Argentina de Benjamín Espósito, su personaje, un agente judicial retirado que decidió saldar una deuda con sus sueños: la de escribir un libro.

Y consiguió hacerlo rememorando un asesinato, ocurrido 25 años atrás, en cuya investigación se vio involucrado. Incluso ahora, al escribir sobre aquel momento, le recuerdo hablando con entusiasmo y vehemencia. Era tal su magnetismo que te arrastraba a la historia y te hacía olvidar que estabas en el transcurso de una entrevista.

Nunca se lo he preguntado, en los posteriores encuentros que hemos tenido, pero supongo que siempre ha sido muy consciente de sus habilidades seductoras, por eso las administra con maestría y te acaba llevando a su terreno sin que te des cuenta. Terminamos aquella conversación sin saber, aunque con esperanza por mi parte, si volveríamos a coincidir. Sin duda alguna, sus próximas películas se cruzarían en mi camino pero, superar todos los filtros que te llevan a conseguir una entrevista, no es tarea fácil. Son muchos los condicionamientos y los hados deben alinearse en la misma dirección.

Pero sí, la fortuna se puso de mi parte y volvimos a encontrarnos varias veces. La primera fue en el festival de cine de San Sebastián. Promocionaba «Relatos salvajes» y venía de recorrer con éxito medio mundo con esa película. El paso del tiempo le había regalado unas cuantas canas, que aumentaban su atractivo y resaltaban más aún esa mirada, a veces cálida y a veces hielo. Hablamos de la película, como es preceptivo pero, sin pretenderlo, derivamos en las confidencias propias del hombre que se esconde detrás del actor.

Risas, foto de recuerdo y, esta vez sí, compromiso de que habría «una próxima vez». Y la hubo, en el mismo festival e idéntico escenario un año después. «Truman» era la disculpa y Javier Cámara el regalo añadido a la escena. No podía imaginar mejor reencuentro que la conversación cómplice, cargada de admiración, con dos actores con un talento muy especial. Recordaron, rieron, se emocionaron y, como cierre, un «¿bailamos?» ¡Ya me gustaría a mí dominar el tango como él, pero nada me iba a hacer perder ese momento de cercanía!

Volvimos a hacer varias entrevistas más. La última, en Madrid, antes de la pandemia. Fue en los Teatros del Canal donde representaba «Escenas de la vida conyugal», la obra que le tiene ahora de gira por España y que ha hecho posible que nos volviéramos a encontrar pero, esta vez, en mi tierra. En el Año Santo Jacobeo, no imaginaba mejor lugar que Santiago de Compostela. Y allí me fui para abrazar, una vez más, a ese «compañero de baile» que, también, lo es en el baile de la amistad, en el del desarrollo de mi profesión y en esa parte de vida que, como periodista y entrevistado, compartimos a ratos. Gracias a esos «momentos de baile», mi trabajo me ha regalado una segunda familia que ya no me la quita nadie…

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.