A Coruña siempre me ha parecido un lugar especial. Elegante, cosmopolita, con un tinte aristocrático y muy preocupada por la cultura. Nunca se resistió a quedarse anclada en ser una ciudad de provincias más y trató siempre de posicionarse en la excelencia activando recursos propios e iniciativas innovadoras. Acciones que la han situado en la memoria colectiva como un destino atractivo.
Me ha dado mucha envidia, cantidad de veces, comprobar cómo la sociedad coruñesa mima su ciudad. Y lo dice una pontevedresa practicante , que ama con orgullo la raíz de sus orígenes por encima de todo. Sin embargo, eso no está reñido con mirar de reojo, o incluso de frente, a lo que otros hacen para enaltecer el potencial del que disponen. Algo aplicable a todos los aspectos de la vida.



Me vienen a la cabeza el Depor, el que fue alcalde durante muchos años, Paco Vázquez, y, por supuesto, Amancio Ortega. Nombres indispensables a la hora de valorar y potenciar la promoción de A Coruña en diferentes etapas. Hay otros coruñeses, en la actualidad, que son también símbolo y referencia de la ciudad. Los actores Mario Casas, María Pujalte o Martiño Rivas, la periodista Cristina Saavedra, el humorista Luis Piedrahita, la vicepresidenta Nadia Calviño e, incluso, la empresaria Alejandra Silva, casada con Richard Gere, que ha logrado, como Antonio Banderas con Melanie Griffith, que el actor ame la ciudad herculina y nuestra tierra como si fuera la suya propia.
Cuando, hace unos meses, se publicó la noticia de que, gracias a la intermediación directa de Marta Ortega, la ciudad contaría con la exposición «Peter Lindbergh. Untold Stories», todas las miradas de la gente de la moda y la cultura se focalizaron en ese acontecimiento, que permanecerá abierta hasta el 31 de marzo. Una magnífica exposición del prestigioso fotógrafo, réplica perfecta de la de Dusseldorf.

Polaco de nacimiento, se cría en Alemania. Estudia Bellas Artes en Berlín y se empieza a interesar por la fotografía. Su nombre empieza a sonar cuando Anne Wintour, directora de la revista Vogue, le elige en 1988 para que haga la portada de su número inaugural. La fotografía que realizó a Michaela Bercu, con vestidos de alta costura conjuntados con unos jeans, mirando de reojo a la cámara, fue toda una revolución.
A partir de ese momento, Lindbergh no deja de ascender y crear un estilo muy particular de ver la vida a través del objetivo. Está considerado como uno de los fotógrafos del mundo de la moda por excelencia, sobre todo en blanco y negro. Ayudó a crear el fenómeno «top model» en la década de 1990 y rompió con la obsesión de unos rostros maquillados en exceso, porque desfiguraban y distraían la auténtica belleza. Lo que le gustaba de verdad es que su modelo tuviera un maquillaje mínimo y un peinado sencillo.

Y así se comprueba en la exposición, que pude recorrer y disfrutar con Miguel Lorenzo, amigo de la infancia. Excelente embajador y el mejor cicerone con el que puede contar A Coruña. Ambos nos dimos cuenta que, si no te ha fotografiado Lindbergh, no eres nadie. Icono de la fotografía de moda, fue amigo cercano y colaborador querido por las estrellas de cine, supermodelos y agentes más influyentes del sector de la moda. Conocido por sus reconocibles imágenes en blanco y negro, evocando el buen cine, fue también un pionero en la fotografía de moda.



«La belleza es tener la valentía de ser uno mismo», comentó en una ocasión. Y esa consigna dirigió toda una labor profesional, que quedó interrumpida de manera prematura con su fallecimiento a los 74 años.. Su obra figura en las colecciones permanentes de Museos de Arte y de prestigiosas exposiciones en todo el mundo. Marta Ortega, para la que Lindbergh realizó las fotos de su boda, supo ver esa grandeza. Tener su exposición en A Coruña ha sido el acierto apropiado para conseguir que su ciudad sea, durante meses, una ventana al mundo.





