Dice Naomi Watts que le costaría mirar a los ojos a los hijos de lady Di, después de interpretarla en DIANA. La película recrea los dos últimos años de vida de la añorada princesa. La familia real inglesa está molesta con el contenido de la cinta, que califican de irreal y muy poco ajustada a la realidad. Consideran que vulnera la memoria de la princesa fallecida y que no hay necesidad, a estas alturas de la historia, de remover el pasado. La leyenda nunca es toda la historia.
Recuerdo, como si fuera hoy, el día que se fue. Eran las 6 de la mañana cuando me llamaron por teléfono para decirme que Diana de Gales y su pareja, Dodi Al Fayed, habían fallecido en un accidente de coche en el Pont D´Alma en París. En un principio pensé que era un mal sueño. Las llamadas que vinieron después me confirmaron el trágico final de una polémica historia de amor, protagonizada por una mujer a la que le pusieron muy difícil ser feliz..
Siempre he sido admiradora de Lady Di. Es algo que nunca he ocultado. Es posible que la ternura, que desde el primer momento me inspiró, venia en parte propiciada por ese cierto aire de chica tímida y desvalida que siempre le acompañaba. El ir al matrimonio, locamente enamorada de su marido en la misma proporción que engañada por él, me predispuso a posicionarme a su lado en toda la historia que le tocó en suerte vivir.
Han sido tantas las veces que han puesto las imágenes de su boda y publicado las fotos de ese día, que recuerdo con detalle esa celebración de cuento de hadas. A lo largo de esos años he disfrutado y sufrido a partes iguales las vicisitudes que su matrimonio le puso en el camino. Y, como no podía ser de otra forma, estuve en su multitudinario entierro en Londres porque mi destino profesional quiso que así fuera. No olvidaré nunca los rostros de dolor de los británicos, ni las caras de desolación contenida de unos hijos que caminaban con la cabeza baja detrás del féretro de su madre, ni el saludo –más obligado que voluntario- de la Reina a ese mismo féretro solamente adornado con un ramo-bouquet de rosas blancas, con una pequeña tarjeta de sus hijos en la que se leía MUMMY.
Muchos la han juzgado porque su vida no fue un ejemplo de rectitud y buen comportamiento. Cuántas veces he discutido “en buen tono” de este tema con Jaime Peñafiel, azote sin miramientos de la princesa. Yo prefiero no juzgar su vida. Tendría que haberla vivido y pasado por situaciones similares para calibrar el alcance de mis reacciones. No soy de las que devuelvo lo que me hacen con la misma moneda, por eso nunca aseguraré que ella le fue infiel a su marido por despecho o para que probara de su propia medicina. Entre otras cosas porque a él siempre le importó muy poco lo que ella hiciera o dejara de hacer. Fue una mujer utilizada por un hombre que tenía muy claro que ella sería la madre de sus hijos, la que le daría el heredero al trono, pero que su entrega afectiva tendría otra dueña que es, a día de hoy, quien lo sigue ocupando.
A pesar de que su cuento de hadas de convirtió -poco menos- que en un guión de culebrón venezolano (que bien le habría gustado guionizar a Boris Izaguirre), el cariño y veneración que medio mundo sigue sintiendo por Diana de Gales continúan intactos. Esa imagen frívola, que algunos han querido potenciar negativamente en su contra, ha quedado eclipsada por su dedicación humanitaria a los más débiles, a los enfermos terminales, a los que –como ella- conocían el desamor y la decepción.
Hoy, unos cuantos años después de su adiós, Naomi Watts se ha convertido en la protagonista de una parte de su biografía. Novelada o no, la vida de Diana de Gales sigue siendo una fuente inagotable de información que continúa alimentando la leyenda de la sí ha sido, por méritos propios, la auténtica “princesa del pueblo”..
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Publicado por Amalia Enriquez
Periodista autónoma. Desde Pontevedra al mundo. Estrategias de Comunicación. CEO & FOUNDER "Red Carpet Films" (estrategias de comunicación, prensa, marketing y eventos) www.redcarpetfilms.es
Miembro de AICE, Premios Feroz, Academia de Cine y Academia de la TV.
“Siempre quise ser lo que soy, desde muy niña. Porque el periodismo es más que una carrera, es una forma de ver y entender la vida. Es una pasión. Solo sintiéndola eres capaz de sobrellevar la montaña rusa que genera este trabajo. No solo su carrusel de emociones, sino también sus incertidumbres. Aun así, con todos los momentos de desánimo a la espalda, nunca la cambiaría por nada. No sé hacer otra cosa. Esta profesión me ha dado más de lo soñado y ha puesto en mi camino a personas que son ya “mi otra familia”. Sé que nunca me jubilaré, que me iré siendo lo que soy y sin olvidarme nunca de la máxima que he tenido todos estos años como brújula: “Lo difícil se consigue, lo imposible se intenta” Ver todas las entradas de Amalia Enriquez